Entrevista a David Pascual: «un poeta, escriba o no, siempre ve el mundo en forma de verso»

David Pascual (Petrer, Alicante, 1979) filólogo de vocación, es el autor de dos poemarios. En la lengua del estrecho (2002) supuso que se diera a conocer como poeta, aunque ya se le conocía como rapsoda. Su segundo poemario, Cuando muere la inocencia (2004) consiguió el IX Premio de poesía Paco Mollá. Después de la publicación de Cuando muere la inocencia, David dejó de escribir por diferentes motivos. Veinte años después de su primer libro, vuelve al negro sobre blanco con su primera novela. Además de tener acabado otro poemario, Cartas a Dânia, libro que verá la luz próximamente, ha puesto en marcha una segunda novela que espera acabar pronto.

U.E.- Un placer poder entrevistarte, David. Nos gustaría que nos contases cómo despertó tu vocación literaria. Cómo es este proceso desde que una idea se va gestando en la cabeza hasta que se le empieza a dar forma al manuscrito.

Creo que a un escritor no le despierta su vocación literaria. Nace con ello. Lo lleva en la sangre. Es verdad que los medios de los que dispone, la situación social en la que se encuentra e, indudablemente, la formación que está teniendo facilitan las cosas. Pero un poeta, escriba o no, siempre ve el mundo en forma de verso.

En cuanto a tu segunda pregunta, solo puedo decir que responderla es mucho más complicada, aunque la forma en la que se gesta la creación de un libro es más simple de lo que parece. Depende de lo que quieras contar, de lo que quieras expresar, pero sobre todo depende de a quién quieras contárselo. De la misma forma que no hablamos de igual manera ante un profesor que ante un amigo de toda la vida, se escribe de una forma u otra dependiendo del público al que vaya dirigida la obra.

Yo siempre escribí poesía para personas que habían leído poesía. Y mucha. La poesía es una forma de escribir diferente. Es como si le dieras al lector un puzzle y tuviera que ir encajando las piezas sin ninguna prisa. Desde muy joven he sido un lector empedernido de poesía y, muchas veces, un libro de poemas de un centenar de páginas me llevaba más tiempo leerlo que una novela muy extensa, como puede ser Cien años de soledad.

Por ello, pensar en el receptor de tu mensaje es lo primero. Al final, escribir es un acto de comunicación que, aunque parece unidireccional, también depende de un emisor, de un canal, de un receptor y del mensaje que lleva. Después de tener clara esa idea, el proceso de elaboración puede ser variado, pero no deja de ser diferente a cualquier acto de comunicación con otra persona. No se aleja mucho de cómo le cuentas tus últimas vacaciones a un amigo, por ejemplo.

U.E.- Queremos hablar de tu última novela «Entre blanco y negro». Una novela con muchos matices que abarca temas atemporales como la amistad, el amor, la sexualidad,… pero que también trata otros asuntos desafortunadamente de actualidad como el cáncer, el bulling, la homofobia, entre otros. ¿Cómo describirías la dificultad de plasmar en una novela temas tan sensibles?

Me imagino la dificultad de cualquier periodista saliendo a escena, delante de una cámara, de un micrófono o rubricando su nombre en un periódico, donde tiene que dar una noticia que no le gustaría dar. Esconder la cabeza bajo la tierra como una avestruz no nos salva del peligro. Taparse los ojos no nos inmuniza de lo que sucede cuando salimos por la puerta de nuestras casas.

No es fácil decir que el mundo no está bien, que hay muchos valores que se han perdido. No es fácil ser padre de una niña de doce años e intentar explicarle que debe ser libre, pero que solo puede hacerlo en casa, dentro de un ámbito protegido. Porque detrás de esa puerta, su libertad depende siempre de que cualquier persona desconocida que quiera arrebatársela.

No es fácil escribir. Creo que nunca lo ha sido. Al final, los escritores somos todos unos mentirosos, a diferencia de los periodistas. Contamos historias que pueden ser verdad, pero que no lo son. Seguimos patrones verosímiles, se aproximan a vidas paralelas que conocemos o buscamos el romanticismo de vidas que nos gustaría que fueran reales. Pero, al fin y al cabo, mentimos. Y creo, que lo más difícil no es mentir en nuestras historias ficticias, lo más difícil es asumir que esa mentira que contamos es, incluso, mucho más real que la propia realidad.

U.E.- Si pudiese definir tu novela en dos sustantivos, le otorgaría los de «madurez» y «perdón». ¿Cuáles le asignarías tú?

Creo que me has robado las dos que yo también escogería. Sin duda, el perdón es un hilo conductor en la novela. Sucede varias veces a lo largo de la historia. La madurez se va notando a lo largo de la trama del protagonista.

Pero como he de escoger dos diferentes, diría que una es la humildad. Ulises, el protagonista de la novela, pese a que su camino desde la adolescencia hasta la madurez no es fácil, siempre muestra una humildad sobresaliente. En toda historia hay héroes y villanos, en esta no iba a ser diferente. Y todos los héroes de Entre blanco y negro muestran un grado de humildad superior a la media.

Si tuviera que escoger un segundo sustantivo diferente, diría que es empatía, que de algún modo está relacionado con la palabra “perdón”. Nadie es capaz de perdonar al prójimo si no es capaz de perdonarse a sí mismo y de sentir en sus propias carnes el sufrimiento del que tiene delante. Es verdad que, en muchas ocasiones, disculpamos el error del otro por miedo a que nos señalen con el dedo índice nuestro propio error, que la empatía puede ser una navaja de doble filo, pero, sin duda, nos lleva a una reflexión interior que nos ayuda a ser mejores personas con los que tenemos delante de nosotros. Al menos, es lo que me gustaría que fuera.

U.E.- A través de tu relato hemos conocido Granada, Madrid y Esparta, ¿cuál es el motivo por el que escoges estos escenarios?

Visité Granada hace unos años. Me parece una ciudad mágica. Pero, además, es una ciudad que tiene la capacidad de llevarte a culturas dispares. Su historia, su cultura, su arquitectura son una amalgama de civilizaciones que tienen la capacidad de convertirse en una bomba a punto de explotar. Excepto con Córdoba, nunca sentí que una ciudad fuera capaz de mostrarme presente y pasado al mismo tiempo.

Madrid es cosmopolita. Está lleno de culturas, razas y lenguas diferentes. Es verdad que Madrid es la ciudad menos descriptiva en la novela, seguramente porque no hace falta, o porque me centré mucho más en el epicentro del alma de Ulises, el protagonista. Para epicentro español, no podía ser mejor otra ciudad que no fuera Madrid.

Esparta es otra cosa. Esparta es una ciudad griega casi olvidada. Se conoce a Atenas, las innumerables islas paradisíacas, pero de Esparta conocemos la batalla de los trescientos y poco más. Sabemos que fue una ciudad que paría guerreros temerarios y temerosos. Poco más. Yo quise que Ulises se convirtiera en un guerrero espartano, en una ciudad donde siendo niño, a los siete años, te llevaban al ejército para convertirte en un verdadero guerrero temido por cualquier ejército.

U.E.- En la novela encontramos personajes dispares, y sobre todo hay uno atípico a la par que entrañable. ¿Consideras que a través del relato y el diálogo es más complicado hacer reír, como lo hace este personaje, o todo lo contrario?

¡Ay, Narciso! El personaje dispar y entrañable. Narciso es un personaje creado para discordar con la realidad en la que estamos inmersos. Se sale de la normalidad. Sus aficiones son diferentes. Nos hace reír porque en lugar de estar pegados a un móvil, Narciso es capaz de ser feliz yendo a darle de comer a las palomas, de hablarte seriamente a los ojos mientras está desnudo o de decirte, sin tapujo ninguno que, si quieres ser feliz lo único que tienes que hacer es serlo, de la misma forma que si tienes sed lo único que debes hacer es beber un vaso de agua en lugar de quejarte de tu sed.

Lo más difícil de construir el personaje de Narciso no fue su ironía, ni su sabiduría, ni la magia que lo envuelve. Lo más difícil de construir este personaje fue que, pese a toda su historia trágica, fuera capaz de mostrar una felicidad plena a la que la mayoría de los mortales no vamos a llegar nunca. Narciso es, simplemente adorable. Y, sin duda, una pieza clave en la novela.

Por eso creo que, cuando Narciso es capaz de sacarte de tu realidad y llevarte a la suya con sus palabras, la risa te sale sola. Sus constantes locuras hacen que sientas que diferente, pero que lo veas con una ternura difícil de explicar. Al ser tierno, no ver en él ningún gesto de mala fe y, además, ser una persona tan atípica te lleva inevitablemente a la comedia. Lo más difícil no fue construir a un Narciso gracioso, sino que, a pesar de su triste pasado, el lector entiende que Narciso es feliz. Y, aunque es un personaje secundario, llega a tomar un protagonismo clave en la historia de Ulises. Llegar a esto sí que me quitó el sueño muchas noches.

U.E.- Nos encantaría saber cuáles consideras que son tus principales influencias literarias. En la novela haces multitud de guiños a la mitología griega y en general a esta cultura, ¿por qué?

Me influyo mucho en dos libros principalmente para escribir Entre blanco y negro: La odisea y La Divina comedia. Conjugar dos obras de tal arte no es nada fácil. Estructuralmente me influyo de un autor: Dan Brown, por la forma cinematográfica que tiene de plantear la historia. Filosóficamente, en Entre blanco y negro aparece el legado de Platón, Aristóteles, Hume, Nietzsche, Schopenhauer, Séneca. Pero, sin duda, hay un guiño a Lewis Carroll. Alicia en el país de las maravillas así como Alicia através del espejo son dos historias que me ayudaron a crear el universo de Ulises.

Es verdad que meter todo eso en el horno no fue nada fácil. Pero, tuve una gran ayuda. Mi hija, Dania, fue la grapa que iba atando la hojas sueltas para que Entre blanco y negro fuera tomando forma. No había podido tener una mejor coatura para esta novela.

¿Por qué Grecia? Porque es el principio de nuestra cultura moderna. En nuestra era moderna todo empezó con Grecia. Quien ha leído La Odisea sabe que regresar a casa, después de tanto tiempo, es una victoria, pero también sabe que, a veces, una victoria sabe a derrota si cuando vuelves a casa te conformas con relajarte en el sofá en lugar de emprender la última batalla.

U.E.- En los últimos años has navegado entre novela y poesía, ¿en qué género crees que encajas mejor? ¿consideras importante moverse en varios de ellos?

No volví a escribir desde que publiqué mi ultimo libro de poemas, hace casi veinte años. Escribía poesía como cualquiera que escribe un diario. Lo hacía para desahogarme y limpiar un poco el espíritu. Desps de acabar Filología Hispánica, me fui a Brasil, donde ejercí como profesor de español durante casi cuatro años. Y donde también encontré el amor de mi vida. No necesité escribir más. Y no lo necesité porque el alma ya no me dolía. No necesitaba expresar nada.

Alguna vez, veinte años atrás, pensé en escribir novela. Pero la poesía me hacía más libre. Me gusta jugar mucho con las palabras y la poesía te permite eso. Es como enseñar al lector una mancha sobre un folio que has pintado y que él interprete lo que ve. Para mí la poesía es eso: pura interpretación. Un poema tiene tantas versiones como lectores la lean.

A mis cuarenta y dos años, ese romanticismo ha cambiado bastante. Me sigo sintiendo cómodo con la poesía. Me gusta estrujar las palabras al límite para que el receptor tenga que pensar minuciosamente cada sílaba. Pero la novela me emociona. Es como dar vida a seres que no la tienen. Puede que sea una idea romántica, pero desde que empecé Entre blanco y negro, para mí, los personajes de esta novela están vivos. Les di vida sin darme cuenta que lo estaba haciendo.

Para finales de 2022 se va a publicar Cartas a Dânia. Es un poemario que he escrito donde, básicamente, hablo con mi hija. Le doy consejos, le cuento mis inquietudes, le resto un poco a sus problemas. Lo he escrito con muchísimo cariño, con muchísimo tacto. Sin embargo, sé que será mi último poemario. La juventud me llevó a la poesía. La madurez me ha llevado a la prosa. No me duele el alma más, pero sí tengo todavía muchas cosas que contar.

U.E.- Ya para terminar, ¿tienes algún otro proyecto literario en mente?

Bueno, además de Cartas para Dânia, tengo varios proyectos que empiezan a pesar mucho en mi mente. Estoy casi acabando la segunda novela que espero que vea la luz cuando tenga que hacerlo. No tengo prisa.

Y menos prisa tengo para una tercera novela que, a diferencia de las dos anteriores, va a ser histórica. A esta última le tengo muchísimo respeto. He de recopilar muchísima información, leer mucho y estudiar más todavía. La idea está ahí, el planteamiento está ahí, pero para poder escribir esa novela voy a tener que hacer un esfuerzo casi titánico.

Hasta aquí la entrevista al autor. Para principios de 2022 la novela «Entre blanco y negro», de David Pascual estará disponible en www.autografia.es, FNAC, Amazon y El Corte Inglés. Ante cualquier cuestión o sugerencia, no dudes en ponerte en contacto con nosotros a través de los comentarios o escribiendo a info@universoescrito.com

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