La quema de libros: una cuestión ideológica

A lo largo de la historia, muchas han sido las ocasiones en las que se han quemado libros, bien por motivos bélicos o por fanatismos políticos o religiosos.

Ejemplo de ello lo contemplamos ya en tiempos de la Antigua Mesopotamia, en Roma, en Egipto, con la quema de la gran biblioteca de Alejandría el 391 d. C., o en la China de Qin Shi Huang en el año 212 a. C., cuando fueron asesinados muchos intelectuales que desobedecieron la orden vigente, al mismo tiempo que se echaban a la hoguera los libros de Confucio.

A lo largo de la época medieval y moderna la tarea de destrucción de libros más tristemente conocida fue realizada por la Inquisición, sobre todo en lo que a Europa concierne. Sin ir más lejos, el cardenal Cisneros se encargó de mandar la quema de libros andalusíes en la plaza Bib-rambla de Granada, en el año 1500. Ya en el siglo XX, es especialmente conocida la fotografía que podemos ver a continuación.

 

Quema libros realizada por el bando nacionalsocialista en Berlín.

 

En ella, observamos la Plaza de la Ópera de Berlín, conocida también como Bebelplatz. Este lugar sirvió de escenario para la quema de decenas de miles de libros tras tomar el poder los nacionalsocialistas el año 1933. La destrucción de los libros y documentos se desarrolló acorde a una campaña denominada «Aktion wider den undeutschen Geist» que iba en contra de los escritores marxistas, judíos y pacifistas, las obras de los cuales consideraran de espíritu anti-alemán.

 

Bibliocausto en la Guerra Civil Española y Dictadura

Tan solo tres años más tarde, durante las primeras semanas de la Guerra Civil Española, ya se lanzaban a la hoguera libros y documentos. Fue un fenómeno frecuente en tiempos de guerra y más tarde durante la dictadura, que trató de persiguir todo aquello que representara la Anti-España (Martínez Rus, n. d.).

Al inicio de la guerra, cuando los falangistas y paisanos ultraderechistas tomaban una población, trataban de localizar a las personas simpatizantes con la República y tras detenerlas, buscaban en sus casas libros y documentos para llevarlos a las plazas públicas y dejarlos arder (en caso de tenerlos). Como vemos, la quema de libros se convirtió en un acto patriótico (La Voz de Galicia, 2018).

 

Quema de libros en Tolosa (Gipuzkoa), el 11 de agosto de 1936. Fuente: diariovasco.com

 

De forma más concreta, en varias localidades de La Rioja, el bando de los sublevados decidió destruir cualquier ‘material peligroso’, por lo que depuraron bibliotecas y quemaron archivos de sedes sindicales, donde alegaron que existía ‘literatura perniciosa’ (Tur, 2018). En Córdoba, también tuvieron como prioridad limpiar kioscos y librerías, y lo mismo sucedió en Palma, Soria, Cáceres,… De manera que llegó a censurarse todo documento destinado a la publicidad o difusión.

La censura se materializó por orden del 29 de mayo de 1937, y fue el 23 de abril de 1938 cuando se regularizó a través de la Ley de Prensa. Realmente paradójico que dicha ley se publicase el que es el Día del Libro. Dicha ley obligaba a retirar: libros, revistas, publicaciones, grabados e impresos que contengan en su texto láminas o estampados con exposición de ideas disolventes, conceptos inmorales, propaganda de doctrinas marxistas y todo cuanto signifique falta de respeto a la dignidad de nuestro glorioso Ejército, atentados a la unidad de la Patria, menosprecio de la Religión Católica y de cuanto se oponga al significado y fines de nuestra Cruzada Nacional.

Podríamos seguir con un sinfín de ejemplos de poblaciones donde multitud de libros y documentos fueron destruidos hasta el final de la guerra y tras ella. En la ocupación franquista de Barcelona el 27 de marzo de 1939, 6.000 ejemplares fueron lanzados por las ventanas. Se calcula que 72 toneladas de libros fueron quemados en la capital catalana.

 

¿Y qué sucedió al finalizar la guerra?

Tras la guerra, y concretamente el año I de la victoria, la Falange Española y de las JONS, promovieron un ‘auto de fe’ para ‘celebrar’ la Fiesta del Libro, el 30 de abril de 1939. Tomó escenario en el patio central de la Universidad Central en Madrid, pronunciando el catedrático Antonio Luna las siguientes palabras: Para edificar a España una, grande y libre, condenamos al fuego los libros separatistas, los liberales, los marxistas, los de la leyenda negra, los anticatólicos, los del romanticismo enfermizo, los pesimistas, los pornográficos, los de un modernismo extravagante, los seudocientíficos, los cursis, los cobardes, los textos malos y los periódicos chabacanos. E incluimos en nuestro índice a Juan Jacobo Rousseau, Carlos Marx, Voltaire, Lamartine, Máximo Gorki, Remarque, Freud y al Heraldo de Madrid.

 

Quema de libros en la Universidad Central el 30 de abril de 1939.

 

El acto fue acompañado por la entonación del Cara al sol, al mismo tiempo que ardían libros con ideología política o religiosa diferente a la que promovía el franquismo. No obstante, no fue solo eso, también fueron pasto de las llamas libros de poesía y filosofía ‘envenenadores del alma popular’ (Olmeda, 2018), tal y como afirmaba De Luna. Así, se perdieron entre las llamas obras de Unamuno, Blasco Ibáñez, Baroja, entre muchos otros.

Estas actividades pirómanas, más propias de tiempos medievales y modernos con la Inquisición que del siglo XX, se repitieron a menudo durante la guerra y postguerra. Podría decirse que representó un acto de purificación y adhesión al Movimiento Nacional.

 

Los hermanos Lapeña. A Manuel después de fusilado le quemaron su biblioteca. Fuente: eldiario.es

 

Así pues, años más tarde con la dictadura, ya se habían eliminado muchos textos que consideraban perniciosos para la población, a través de la quema de libros y la depuración de bibliotecas y archivos. Al mismo tiempo se habían fusilado y encarcelado personas, ilegalizado asociaciones y un largo etcétera de acciones de violencia y represión que se dilataron casi cuarenta años. Todo ello, por querer dictar cómo y cuánto podían pensar las personas.

 

Termino ya la entrada, no sin antes mencionar una frase expresada por Heinrich Heine que tristemente la historia ha ido confirmando a lo largo de los años en repetidas ocasiones: Allí donde se comienza quemando libros, se termina quemando hombres.

 

Como siempre, quedo a vuestra disposición a través de los comentarios, o directamente en info@universoescrito.com

 

Referencias bibliográficas

La quema de libros durante la guerra civil y la dictadura. (20 de agosto de 2018). La Voz de Galicia. Recuperado de: https://www.lavozdelarepublica.es/2018/08/la-quema-de-libros-durante-la-guerra.html

Martínez Rus, A. (n. d.). Expolios, hogueras, infiernos. La represión del libro (1936-1951). Recuperado de: http://www.represura.es/represura_8_febrero_2013_articulo2.html

Olmeda, F. (29 de abril de 2018). El ‘bibliocausto’ del 30 de abril de 1939 en Madrid. Nuevatribuna. Recuperado de: https://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura—ocio/bibliocausto-30-abril-madrid/20180427113340151284.html

Tur, F. (2018). El bibliocausto en la España de Franco (1936-1939). Ser Histórico. Recuperado de: https://serhistorico.net/2018/04/04/el-bibliocausto-en-la-espana-de-franco-1936-1939/#sdfootnote1sym

Quema de libros durante la Guerra Civil Española y la dictadura

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